miércoles, 14 de abril de 2010


Jasper:Me hallaba en Filadelfia y había tormenta. Estaba en el exterior y era de día, una práctica con la que aún no me encuentro cómodo del todo. Sabía que llamaría la atención si me quedaba bajo la lluvia, por lo que me escondí en una cafetería semivacía. Tenía los ojos lo bastante oscuros como para que nadie me descubriera, pero eso significaba también que tenía sed, lo cual me preocupaba un poco.
»Ella estaba sentada en un taburete de la barra. Me esperaba, por supuesto —rió entre dientes una vez—. Se bajó de un salto en cuanto entré y vino directamente hacia mí.
»Eso me sorprendió. No estaba seguro de si pretendía atacarme, esa era la única interpretación que se me ocurría a tenor de mi pasado, pero me sonreía y las emociones que emanaban de ella no se parecían a nada que hubiera experimentado antes.
Me has hecho esperar mucho tiempo —dijo.
No me había percatado de que Alice había vuelto para quedarse detrás de mí otra vez.
Alice: Y tú agachaste la cabeza, como buen caballero sureño, y respondiste: «Lo siento, señorita» —Alice rompió a reír al recordarlo.
Él le devolvió la sonrisa.
Jasper :Tú me tendiste la mano y yo la tomé sin detenerme a buscarle un significado a mis actos, pero sentí esperanza por primera vez en casi un siglo.
Jasper tomó la mano de Alice mientras hablaba y ella esbozó una gran sonrisa.
Alice:Sólo estaba aliviada. Pensé que no ibas a aparecer jamás.
Se sonrieron el uno al otro durante un buen rato después del cual él volvió a mirarme sin perder la expresión relajada.
Jasper:Alice me habló de sus visiones acerca de la familia de Carlisie. Apenas di crédito a que existiera esa posibilidad, pero ella me insufló optimismo y fuimos a su encuentro.
—Casi nos da algo del susto —intervino Edward, que puso los ojos en blanco antes de que Jasper pudiera explicarme nada más—. Emmett y yo nos habíamos alejado para cazar y de pronto aparece Jasper, cubierto de cicatrices de combate, llevando detrás a este monstruito —Edward propinó un codazo muy suave a Alice—, que saludaba a cada uno por su nombre, lo sabía todo y quería averiguar en qué habitación podía instalarse.
Alice y Jasper echaron a reír en armonía, como un dúo de soprano y bajo.

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