viernes, 5 de febrero de 2010

Edward —Te probaré que estás despierta —me prometió.Me sujetó la cabeza entre sus dos manos de hierro, ignorando mis esfuerzos cuando intenté volver la cabeza hacia otro lado.
Bella:—Por favor, no lo hagas —susurré.
Se detuvo con los labios a unos centímetros de los míos.
Edward—¿Por qué no? —inquirió.
Su aliento acariciaba mi rostro, haciendo que la cabeza me diera vueltas.
Bella:—Cuando me despierte... —él abrió la boca para protestar, de modo que me corregí—. ¡Vale, olvídalo!
Rectifico: cuando te vayas otra vez, ya va a ser suficientemente duro sin esto.Retrocedió unos centímetros para examinar mi rostro.
Edward:—Ayer, cuando te toqué, estabas tan... vacilante, tan cautelosa. Y todo sigue igual. Necesito saber por qué. ¿Acaso ya es demasiado tarde? ¿Quizá te he hecho demasiado daño? ¿Es porque has cambiado, como yo te pedí que hicieras? Eso sería... bastante justo. No protestaré contra tu decisión. Así que no intentes no herir mis sentimientos, por favor; sólo dime ahora si todavía puedes quererme o no, después de todo lo que te he hecho.
Edward:¿Puedes? —murmuró.
Bella:—¿Qué clase de pregunta idiota es ésa?
Edward:Limítate a contestarla, por favor..
Le miré con aspecto enigmático durante un rato.
Bella:—Lo que siento por ti no cambiará nunca. Claro que te amo y ¡no hay nada que puedas hacer contra eso!
Edward:—Es todo lo que necesitaba escuchar.
En ese momento, su boca estuvo sobre la mía y no pude evitarle. No sólo porque era miles de veces más fuerte que yo, sino porque mi voluntad quedó reducida a polvo en cuanto se encontraron nuestros labios. Este beso no fue tan cuidadoso como los otros que yo recordaba, lo cual me venía la mar de bien. Si luego iba a tener que pagar un precio por él, lo menos que podía hacer era sacarle todo el jugo posible.Así que le devolví el beso con el corazón latiendo a un ritmo irregular, desbocado, mientras mi respiración se transformaba en un jadeo frenético y mis manos se movían avariciosas por su rostro. Noté su cuerpo de mármol contra cada curva del mío y me sentí muy contenta de que no me hubiera escuchado, porque no había pena en el mundo que justificara que me perdiera esto. Sus manos memorizaron mi cara, tal como lo estaban haciendo las mías y durante los segundos escasos que sus labios estuvieron libres, murmuró mi nombre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog